Estaba aquí, trasteando, apurando los únicos y últimos momentos del día, aprovechando a leer, a pensar. He visto que uno de los enlaces que quiero tener en mi blog, que se llama "Diego, un duende muy especial", no salía en las listas que trato de ir actualizando. Así que lo busqué para copiar de nuevo el enlace y arregarlo.
Y me encuentro con la imagen fija de un vídeo musical, en la que aparece una mano tendida, una foto muy bonita, y el título de la canción: "Cariño, espérame".
Enseguida me he dado cuenta de que la mamá de Diego había escrito hoy una nueva entrada, que yo no había leído. Y enseguida también me he dado cuenta...Hoy es el primer aniversario. Vane, ha incluido una lista de enlaces a la noticia que se produjo un 30 de marzo 365 días antes que este 30 de marzo de hoy.
365 días, cuantísimos días, 365 eternidades.
Vane abrió un blog en el que escribe a su niño, le va contando cómo sigue siendo su vida para ellos sin él, le dedica canciones, pensamientos, le enseña fotos de su hermano David, que hace poco cumplió 14 años. En ese mismo blog tienen cabida todas las personas que querían tanto al peque y a las que el peque tanto quería. Sus compañeros de clase, sus amigos de juego, todos, todos tienen cabida en este blog admirable que desde fuera se ve como un pequeño rincón en este inmenso mundo donde hay mucho, mucho amor.
Esto me conmueve y también me descoloca.
La muerte. El final. Lo desconocido. Una puerta. La muerte negra. La muerte mala. Nadie queremos a la muerte. Todos tendremos que verla. Pero nadie queremos verla. Una muerte, un velatorio, un funeral, un entierro. Y silencio. Todos callan. Quedan mudos. Todos sienten, pero nadie dice. De la muerte nadie dice y nadie habla. Silencio. Silencio, tiempo y olvido. Que el tiempo pase y cure. Que el tiempo vaya aireando un dolor que es un volcán que arrasa y destruye. El tiempo que lo vaya calmando.
Se permite recordar y hablar, en todo caso, dentro de la intimidad. Hay que educar reciamente ese dolor. Domeñarlo. Hay que seguir, es una orden. Hay que hacer, es una orden. Hay que distraerse, es una orden. Hay que salir, hay que obligarse. Tienes que....por tu hijo. O tienes que...por tu marido.
Pero, ¿y tú? ¿y a ti? ¿Quién es capaz de controlar tu tiempo? ¿quién puede mandar a tu cuerpo? ¿quién puede hacer que tu rostro sonría? ¿quién puede hacer que quieras hablar? ¿quién es tú? ¿quién sabe quién eres ahora?
Tienes derecho a llorar, aunque a los demás les moleste. Tienes derecho a hablar de él, aunque a los demás les parezca malo para ti. Tienes derecho a recordar, aunque los demás quieran que olvides.
Tu cuerpo y tu alma han perdido un trozo de tu cuerpo y un trozo de tu alma. ¿Por qué exigir a ese cuerpo mutilado que haga como antes? ¿Por qué exigir a tu media alma que sea cuanto antes como el alma entera?
No. No hay derecho a imponer silencio a una madre. No hay derecho a decirle deja de gritar por dentro, deja de retorcerte, deja de morirte con su muerte y vive aunque sea muerta porque el tiempo pasa y el tiempo cura.
Nadie puede pedirle a una madre que deje de amar a su hijo después de muerto. Su hijo nunca se marchará de su corazón. Nada del hijo se marchará. Lo que le gustaba y le hacía reir, lo que compartía y disfrutaba. ¿Dónde puede una madre arrojar todo eso como si de una maleta se tratara? ¿Dónde lo guarda hasta que el tiempo pase? Una madre no puede arrancarse a su hijo del alma.
La vida sigue. La vida no se para por nadie. Pero la vida del hijo sigue viviendo en la madre. En ese lugar sagrado que tiene la madre. El lugar donde lo acogió desde el primer instante. Y ahí siguen sus risas, sus gestos, sus besos.
La mamá de Diego tiene ese gran tesoro. Lo lleva dentro. Pero no lo esconde. Porque un hijo no llega a la vida para ser escondido. Un hijo viene para ser disfrutado, para ser amado y bendecido. Un hijo nace de un amor y tiene que vivir mostrando ese amor del que vino. Un amor hacia afuera, un amor hacia el mundo.
La mamá de Diego cuida ese tesoro. Pero no lo guarda oculto, lo comparte. Lo expande para que ese amor suyo sea siempre un amor a todos. El recuerdo de su niño le acerca a su niño porque Diego está en todos. En todos aquellos que lo quisieron y todos los que puedan quererle aunque se haya ido.
La mamá de Diego sabe contagiar ese amor a todos. Para que Diego esté en todos. Para que su amor siga vivo.
Esta mamá tan valiente no gasta energías en hacer la última pregunta, esa que no tiene respuesta. Sencillamente vive su duelo aferrándose a todo lo bueno, a todo lo maravilloso que dejaron tan solo tres años. Tres años llenos, tan llenos que siguen sacando amor de donde podría quedar solo pena, desolación, hundimiento.
La muerte de una persona puede dejar la vida de quienes quedan como si hubiera caído una bomba atómica. Luz que se vuelve oscuridad, cascotes, destrucción, gentes desaparecidas, vidas desorientadas.
Pero Diego no se ha ido dejando un paisaje así. Más bien consigue que vayan creciendo la hierba y las flores por donde camina su mamá. Porque esa mamá tan especial va sembrando vida y no muerte. Y las gentes encuentran en ella una senda mejor por la que caminar. Otras mamás que también han perdido a sus niños van caminando junto a ella.
Diego, hacen falta en este mundo muchas mamás como la tuya. Porque ese camino que todavía falta es muy duro de caminar. A veces es el sol, que quema. Otras la sed, el cansancio...A veces a las mamás nos dan ganas de parar un rato y que siga la vida, queremos quedarnos ahí sentadas y calladas. Pero no, hay que seguir, tenemos muchos compañeros de viaje que nos necesitan, igual que nosotras los necesitamos a ellos.
Diego, no sé si te gustaban las carreras de coches o de motos. Tal vez echabas alguna carrera con tus amigos, a ver quién llegaba primero. Pues seguro, seguro, que tu mamá va a ser la campeona de esta carrera tan importante que ahora tiene que hacer. Así que ya puedes esperarla con la medalla más preciosa y brillante de todo el universo, porque la va a ganar. Ya lo verás.
Vane, David y papá de Diego, gracias por mostrarnos una forma tan especial de poder afrontar algo así. Gracias por compartir con los demás un camino distinto para seguir adelante. Por lo poco que os conozco sé que muchas personas encuentran en vosotros la fuerza y la esperanza que necesitan para recorrer lo que aún queda. Mucho ánimo y muchas gracias por tanto amor.