miércoles, 3 de noviembre de 2010

JUANA, MADRE DE ANTONIO MEÑO ORTEGA

Juana, reconozco que acabo de enterarme de quién eres a través de los informativos de primera hora de la mañana. Esa hora en que me tomo mi café aún medio dormida, esperando el momento en que hay que despertar a los niños y pelear con ellos para que desayunen, se vistan, se peinen, se laven los dientes, se limpien los zapatos, revisen las mochilas, por fin se pongan los abrigos y por fin salgan por la puerta de casa. Lo de todos los días de lunes a viernes.

Veo a Juana sujetándose el pinganillo en la oreja, abrumada ante uno de los cientos de micrófonos que probablemente hoy se agolpen ante ella, pero sin perder de vista a su hijo durante la entrevista. Está en la Plaza de Benavente, de Madrid. No es que su hijo esté correteando por allí, no es que su hijo esté esperando a que abran la puerta del cole y pueda que se despiste jugueteando con otros niños y por eso ella no le quita ojo.

Juana aparece bajo unas cortinas que parecen un dosel. Pero Juana no está en el salón de su casa. Al fondo parece que hay algún cuadro en una pared de color azul. Pero sólo lo parece. Es una foto de la Virgen de la Milagrosa. Y el cuadro no es tal cuadro, es una funda transparente de esas que usamos para guardar papeles. Según afino la vista y la cámara va mostrando más detalles, la pared de color azul es apenas un poco más alta que Juana. Ahora ya enfocan a su hijo. No es un niño. Es todo un hombre. La mano de Juana no se aleja de  su almohada. Resulta obvio que su hijo debe de estar enfermo. Ahora ya lo comprendo mejor.  Es que Juana y su hijo viven en una caseta como las que estamos cansados de ver en las obras. Tantas obras y tantas casetas. Cuenta que llevan ahí meses, ¡unos quinientos y pico días!.



Pienso en quinientos y pico días retrocediendo hacia atrás. El espantoso último invierno de nieves y lluvias,  Juana y su hijo ya estaban allí. Recuerdo el espantoso último verano de calor de récord que nos chupamos en Madrid. Juana y su hijo seguían allí. Contando días, todavía me quedan bastantes meses para seguir retrocediendo en mi memoria. Pero ya no quiero echar más cálculos. Qué importa el tiempo de mi vida cotidiana como referencia para saber desde cuándo Juana y su hijo viven así. Siento tristeza al saber que entre esas paredes de chapa han estado acampados una madre de sesenta y tantos años y su hijo sin haberme enterado de nada. Es triste darse cuenta de que estas cosas están ocurriendo a la vuelta de la esquina mientras otros, incluida yo misma, vamos pasando hojas del calendario como si tal pascual.

Yo no suelo pisar Madrid, vivo a las afueras. La Plaza de Benavente me suena, la sitúo por el centro y yo procuro no ir por el centro. Ese Madrid tan castizo me agobia, siempre tan llenísimo de gente que sube y baja  y te empuja y te golpea. Pero sí, soy capaz de situar el Ministerio de Justicia. Y aún más cuando el reportero comenta que Juana está plantada justo delante de su puerta principal. Madre del amor hermoso, nunca mejor dicho.

La historia de su hijo espero que entre en los anales jurídicos de nuestro país. Comienza con una intervención quirúrgica en principio sencilla pero que técnicamente no lo fue tanto. Entró al quirófano con 21 años y salió de él con un pasaporte al misterioso país del coma. Un joven alto, fuerte, estudioso, trabajador. Se acabó su carrera de Derecho. Se acabó su trabajo en la frutería de los padres. Se acabó la normalidad de su vida y la de los suyos. Otros tres hijos tiene Juana. Pero desde entonces sólo vive para éste. 

El supuesto médico supuestamente negligente sigue trabajando. Tendrá una familia a la que atender, unos amigos a quienes visitar, unas vacaciones para descansar, en fin, una vida supuestamente normal. Yo no sé si yo podría vivir igual que antes con el recuerdo de Juana -y sobre todo del hijo de Juana- repiqueteándome en la conciencia. Tampoco sé si podría ser funcionario del Ministerio de Justicia y fichar cada día como si nada, sabiendo que esa mujer y ese hombre están ahí reclamando precisamente eso, justicia. O supuestamente justicia. 

Primero un juez condenó al médico. El médico recurrió, ganó y otro juez condenó a Juana. No quiero ni imaginar a cuánto ascenderá la nómina de ese médico a cambio de su trabajo. Sin embargo, sí puedo imaginar lo que debe de suponer para Juana una condena a pagar 400.000 euros -amén de la condena de su hijo a permanecer en coma- para cubrir los gastos de notarios, procuradores y demás costas. Sus bienes embargados, lógico. Sin embargo, Juana con un par bien puesto acampada en la calle, mientras el médico, supuestamente con otro par, viviendo en una casa... ¿tal vez con jardín?, ¿quizá con piscina?...¿tal vez en un buen barrio de Madrid? ¿con aire acondicionado? 

Por fin el Tribunal Supremo ha decidido reabrir el caso. No porque Juana esté con su hijo en una caseta de chapa así nieve o truene o abrase el sol, no. Es que por lo visto hace meses apareció de repente un testigo directo de aquella operación. Alguien que presenció todo en calidad de estudiante de Medicina en prácticas, pero que siguió viviendo su vida -también supuestamente normal- porque perdió la pista a Juana y a su hijo. Al saber de ellos a través de la prensa, este testigo decidió poner fin a su silencio. Y como tiene voluntad de testificar, pues el Supremo ya puede intervenir para ocuparse de Juana, del hijo de Juana y del supuesto error del médico que operó al hijo de Juana. Sin testigos, la palabra de Juana no era nada frente a la palabra del médico supuestamente negligente.  En qué cabeza cabe que una frutera pueda tener razón ante una legión de médicos apoyando a un compañero. Juana podía decir misa. No soy quién para dictar sentencia sobre este caso, pero sí para testificar sobre el todopoderoso corporativismo del que hacen gala los facultativos en un momento dado.

Juana y los suyos han perdido todo. Realmente ellos son los perdedores de esta historia, no los procuradores ni esa retahíla de funcionarios, aseguradoras y demás a quienes Juana adeuda tanto dinero. Si Juana se hubiese resignado, su hijo seguiría en coma irreversible, pero al menos habría conservado su piso, su negocio, sus bienes. Si Juana se hubiese callado, seguiría igual de apalancada junto a la cama de su hijo. Su hijo no va a dejar esa cama diga el Supremo lo que diga. No habrá sentencia capaz de separarlos, de momento nada  ni nadie ha conseguido hacerlo. "Por un hijo se hace cualquier cosa", dice Juana, mientras repasa cuidadosamente la funda de la almohada de su hijo, como lo habría hecho si hubiera podido estar en su verdadera casa haciendo una verdadera cama. 

Es cierto. Por un hijo se hace lo que haga falta, se va donde haya que ir, se recogen miles y miles de firmas, aunque en el Congreso sus Señorías no hagan ni puñetero caso. Se abre un blog, se movilizan conciencias a pie de calle, se sufren insultos y agravios (sí, en este mundo hay gente para todo), se plantan pancartas y se convocan concentraciones, aunque los cristales del Ministerio de Justicia quizá estén tan sucios y blindados que ni se vea ni se oiga nada de lo que acontece medio metro hacia afuera. Serán ventanas donde no repiquetea el granizo ni resbala la lluvia. En el Ministerio de Justicia hay calefacción y aire acondicionado, también en el Congreso y en los quirófanos donde trabaja el supuesto médico que se atravesó en la vida de Juana y de su hijo hace veinte años. 

Juana, perdona que hable más de ti que de él. Sé que lamentablemente tu hijo es el principal afectado de esta historia, que todo lo que has luchado y lucharás es por él y nada más que él. 

Juana, perdona que te diga que gracias a vosotros hoy he vuelto a creer que hay mucha gente buena por el mundo. Como esos guardas jurados que, aprovechando que vigilan nuestro Ministerio de Justicia, que merece toda la protección posible, vigilan también tu vivienda de chapa, que para mí merece aún más protección que el Ministerio, por muy Ministerio que sea. Perdona que te diga que me parecen admirables tu marido, tus otros hijos y tantos ciudadanos que os acompañan, os humedecen la estancia cuando tu caseta se convierte en un horno y os llevan ropa de abrigo cuando tu caseta es un congelador.

Juana, perdona que te cuente que para mí un detalle de la entrevista de hoy en la tele me lo ha dicho todo y me ha dicho ya bastante. Que dejaste tu casa. Que primero fue una sombrilla con una silla de playa junto a  su cama. Que luego fue una tienda de campaña, con camping gas y demás accesorios. Que después tuvo que ser lo de montar una caseta sobre unos palés. Todo eso es tremendo. Pero que vuestra caseta tenga hasta moqueta en el suelo y cortinas...¡eso me ha llegado al alma!. 

Por un instante me ha parecido que estabas en una jaima. Una jaima de princesa en medio del desierto. Sólo una madre como tú podría atender a ese hijo viviendo en la pura calle, como tú lo haces, sin que parezca que estás abandonada y desahuciada. Eres una princesa que cuida de su rey en un mísero trozo de acera. Me importan un churro el Ministro, el juez, los diputados y el supuesto médico. A ti nadie te mueve de la puerta de tu caseta-jaima. No sé si verás pasar a tu enemigo por mucho que te sientes a esperar. Pero eso también me importa un churro. En el "pack" de hacer el mal va incluida la penitencia. Allá cada cual.

Juana, hoy me has dado una lección de cuánto y hasta dónde se puede llegar por amor a un hijo. Y quiero dedicarte algo que hasta ahora guardaba en la intimidad de mis recuerdos. Son tan solo unas palabras, eso sí, unas palabras muy especiales. Me las regaló uno de mis niños cuando apenas había cumplido cuatro años.  "Mamá, eres lo más bonito del paisaje". Nadie nunca me había dicho algo tan bonito. Tu hijo no puede decírtelo, lo sabemos, pero seguro que lo siente. Eres una madre preciosa en medio de nuestro paisaje.

Mucho ánimo, Juana. Sigue echándole un par como hasta ahora. 
Y gracias por haberme hecho escribir aquí otra vez.



1 comentario:

  1. Son historias que llegan al alma, pero lamentablemente, no llegan a donde deben llegar, que es a la JUSTICIA y a la VERDAD!!! Juana, mucho ánimo, y muchos abrazos reconfortantes, que os los merecéis!!!

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